Night club

alegria

FABULAS

EL LEON Y EL RATON

Estaba un ratoncillo aprisionado
en las garras de un León; el desdichado
en tal ratonera no fue preso
por ladrón de tocino ni de queso,
sino por que con otros molestaba
al León, que en su retiro descansaba.

Pide perdón, llorando su insolencia.
Al oír implorar la real clemencia,
responde el rey en majestuoso tono
(No dijera más Tito): -Te perdono!
Poco después, cazando el León, tropieza
en una red oculta en la maleza.

Quiere salir; más queda prisionero.
Atronando la selva, ruge fiero.
El libre ratoncillo, que lo siente,
corriendo llega, roe diligente
los nudos de la red, de tal manera
que al fin rompió los grillos de la fiera.

Conviene al poderoso
para los infelices ser piadoso.
Tal vez se puede ver necesitado
del auxilio de aquel más desdichado.

Félix Samaniego

EL PASTORCITO MENTIROSO

El pastorcito tenía muchas ovejas. Las llevaba al campo para que comieran pasto y las cuidaba por si aparecía el lobo.
Las ovejas comían y el pastor se aburría. Un día, para divertirse, se puso a gritar:
- ¡El lobo! ¡Socorro! ¡El lobo!
Los campesinos lo escucharon y, dejando sus trabajos, corrieron a espantar al lobo. Fueron con palos y palas, con horquillas y rastrillos.
- ¿Dónde está ese lobo? -preguntaron.
Entonces el pastorcito se echó a reír.
- Era un lobo de mentira -dijo-. ¡Era una broma!
Los campesinos, muy enojados, volvieron a sus campos.
Días después, el pastor volvió a gritar:
- ¡El lobo! ¡Socorro! ¡El lobo!
Cuando llegaron los campesinos, él les dijo, muerto de risa:
- ¡Era otra broma!
Pero un día, en el campo apareció… ¡el lobo! Un lobo negro que tenía muchas ganas de comer ovejas.
- ¡El lobo! -gritó el pastorcito-. De veras, ¡vino el lobo!
"Otro lobo de mentira", pensaron los campesinos. Y nadie fue a socorrerlo.
El lobo se comió las ovejas más gorditas. Las otras, escaparon de miedo y el pastor perdió todo su rebaño.
Había dicho tantas mentiras que, cuando dijo la verdad, nadie le creyó.
Al que acostumbra mentir, nadie le cree ni cuando dice la verdad
LA ZORRA Y LAS UVAS
 Una vez, la zorra pasó j
unto a un parral y vio que, muy alto, colgaba un racimo de uvas deliciosas.
En seguida, dio un salto para arrancar las uvas, pero no pudo alcanzarlas.
Tomó impulso, saltó más alto, y nada. Saltó muchas veces, como si hubiese tenido resortes en las patitas.
Hasta que, por fin, miró las uvas con rabia y dijo:
- ¡Bah! ¿Quién las quiere? ¡Seguramente están verdes!
Y se fue caminando mientras repetía:
- ¡Están verdes!
Así hacen muchos cuando no saben alcanzar lo que quieren. Se conforman contándose una mentirita. Diciendo "¡están verdes!".
El hurón y la gata

Hicieron, un día, sociedad el hurón y la gata, para beneficiar una cantidad de ratas que se habían apoderado de una casa.

Durante muchos días, vivieron como reyes y en la mayor amistad.

La gata cazaba poco, porque las ratas eran grandes y no las podía agarrar sola; pero ayudaba al hurón; y éste mataba muchas, haciéndole su parte a la compañera, quien, por su lado, y para variarle la comida, le dejaba algo de lo que le daban los amos de la casa.

Pero, poco a poco, fueron escaseando las ratas; el hurón se comía las pocas que podía cazar, y la gata, que había tenido familia, ya no le daba nada al hurón, pues apenas le alcanzaba para sí la ración.

Vino la penuria; hubo reyertas.

Así sucede a menudo, entre los mismos hombres, que en vez de comer los últimos pedazos de pan, se los tiran a la cabeza.

Medio muerto de hambre, el hurón, un día, vio pasar cerca de él uno de los cachorritos de la gata, y se lo comió. La gata cuando volvió, buscó al hijo; pero ni rastro encontró.

Al día siguiente, el hurón, cebado, se cazó otro. La gata, esta vez, lo vio y corrió sobre él; en vano, ya se lo había comido.

Echó la gata los gritos al cielo, y se deshizo la sociedad.

Más bien sola, pensó tarde la pobre, y no tan mal acompañada.

 


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